“¡Que
suenen todas campanas! ¡Que el campesino inclinado sobre su tierra enderece su
espalda encorvada como un olivo batido por la tramontana, que apoye su mejilla
en el hueco de su mano callosa, en una noble actitud de meditación! ¡Mirad!”
Era la mañana de mayo de 1904 en la que nació en Figueres (Girona). Así la recordaba el hombre que habría de revolucionar la
pintura y escandalizar a todos los pintores que pudiera: Salvador Dalí i
Domènech, II. Y hay que decir segundo porque nueve meses antes murió su hermano mayor Salvador.
Sus padres, Salvador y Felipa, le otorgaron el mismo nombre, tal vez para
mitigar su pérdida.
Nuestro Dalí se obsesionó siempre con ser la copia, la reencarnación de este hermano muerto, y cometía muchas de sus excentricidades para reafirmar que estaba vivo. Para Carlos Ballús, el último psiquiatra que se atrevió a lidiar con la compleja personalidad del genio, “él cultivaba esa forma de ser y quería mantenerla. Dalí no quería cambiar”, explicó en una entrevista para El Mundo. Eso fue precisamente lo que le hizo único: “Gracias a su comportamiento era Dalí. Uno diferente no habría pasado a la historia”.
Nuestro Dalí se obsesionó siempre con ser la copia, la reencarnación de este hermano muerto, y cometía muchas de sus excentricidades para reafirmar que estaba vivo. Para Carlos Ballús, el último psiquiatra que se atrevió a lidiar con la compleja personalidad del genio, “él cultivaba esa forma de ser y quería mantenerla. Dalí no quería cambiar”, explicó en una entrevista para El Mundo. Eso fue precisamente lo que le hizo único: “Gracias a su comportamiento era Dalí. Uno diferente no habría pasado a la historia”.
Dalí a la edad de seis años, cuando creía que era una niña, levantando la piel del agua para ver un perro dormido a la sombra del mar (1950)
La infancia de Salvador
no fue tampoco de lo más corriente: hasta los seis años, creyó que era una
niña, y así se autorretrató. En el colegio no destacaba, aunque aprendió francés y ya hacía sus
pinitos como provocador: se dice que acudía a la escuela con un pan en la
cabeza y una tortilla en el bolsillo. El gran encuentro de Dalí con la pintura
de su tiempo fue a los 12 años. Entonces pasó unos días en casa de Ramón Pichot, un pintor que le reveló el impresionismo. Por consejo de Pichot, el
joven Salvador comenzó a tomar clases con Juan Núñez en la Escuela Municipal de
Figueres. Tres años después, en 1919, Dalí participó por primera vez en una
exposición colectiva en el Teatro Municipal de su ciudad, que luego se convertiría en el Museo que lleva su nombre.
La familia de Dalí: por la izquierda, su tía María Teresa, sus padres, su tía Catalina (segunda esposa de su padre), su hermana Anna María y su abuela Ana (1910)
Salvador tenía muy
claro que llegaría lejos: "Seré un
genio, y el mundo me admirará. Quizá seré despreciado e incomprendido, pero
seré un genio, un gran genio, porque estoy seguro de ello”. A pesar de sus
malos resultados en el instituto, demostró sus conocimientos de Historia del Arte. Junto a varios compañeros fundó la revista cultural Studium, en la que
escribió artículos sobre los grandes maestros de la pintura: Da Vinci, El
Greco, Goya, su admirado Velázquez…
Los felices años veinte empezaron de manera
trágica para él, con la muerte de su madre: “el golpe más fuerte que he recibido en mi vida. La adoraba. No podía
resignarme a la pérdida del ser con quien contaba para hacer invisibles las
inevitables manchas de mi alma...”, dejó escrito en su Vida secreta. La quería mucho, pero solo llegaría a dedicarle un cuadro, El enigma del deseo. Después del trágico suceso, el joven Salvador logró vencer las reticencias de su padre –un
estricto notario que no veía bien los devaneos bohemios de su hijo y esperaba que se convirtiese
en profesor–, Salvador deja Figueres para irse a estudiar en la capital del
reino, en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando.
El enigma del deseo (1929)
Durante su etapa en la
Academia, como era de esperar, Dalí no pasó desapercibido. Su gran dedicación
al cubismo, por el que había acudido a Madrid, sorprendía a sus compañeros e incluso a muchos de
sus profesores, anclados en el academicismo pictórico del siglo anterior. Ya en
el examen de ingreso se salió de las pautas establecidas en su ejercicio, pero los
docentes dictaminaron: “Aunque el dibujo
no ha sido ejecutado en las dimensiones reglamentarias, es tan perfecto que la
Comisión lo ha aprobado”. Sin embargo, el genio en ciernes tenía una
opinión muy pobre de sus maestros, y fue expulsado por conducir una revuelta contra
un profesor al que consideraba mediocre. A continuación se dedicó a pintar en
Cadaqués (Girona) y aprendió en otras instituciones. En 1926, tras regresar a la
Academia, Salvador se presentó ante un tribunal examinador y lo declaró
incompetente. Así figura en el acta: “Como
ninguno de los profesores de la Academia de San Fernando tiene la competencia
para juzgarme, me retiro”. Prefirió irse a París y conocer a Pablo Picasso, uno de las personas que más apreció.
Muchacha en la ventana (1925)
La estancia en la Villa
y Corte, a pesar de todo, no fue inútil. Dalí vivió en la Residencia de
Estudiantes, centro intelectual y cultural de aquel tiempo. Allí conoció y
entabló amistad con compañeros que después llegarían a ser célebres artistas. Todo un
“cenáculo vanguardista”, refiere el historiador del arte Gilles Néret, con Dalí
a la cabeza: Federico García Lorca,
Luis Buñuel, Eugenio Montes, Pepín Bello, Pedro Garfias y Raphael Barradas. Se ha especulado mucho sobre la intimidad que alcanzó Lorca con el pintor; según parece,
Dalí rechazó sus avances amorosos. Para la historia queda la Oda a Salvador Dalí. En
esta época comienza a pintar algunos de sus cuadros más famosos, como la Muchacha en la ventana o la
impecablemente realista Cesta de pan.
También adopta el rasgo que le haría más famoso: su velazqueño bigote.
El bastón, complemento inseparable, lo añadiría después.
La cesta de pan (1945)
Gala fue la musa de Dalí. Su
princesa rusa. Su inspiración, su compañera más íntima, la diosa de sus sueños
y su mediadora de la realidad. Ella supuso un antes y un después en la vida del
excéntrico Dalí, a quien conoció en Cadaqués cuando su esposo, a la sazón Paul
Éluard, acudió con ella a un encuentro estival entre surrealistas en casa del
pintor. “La pasión por Gala fue instantánea […] fue un amor completo, intenso y
duradero”. Así describía Dalí el momento en el que quedó prendado de ella aquel
verano de 1929, donde además de Paul Éluard y Gala (quienes también viajaron
con Cécile, su hija), acudieron al
municipio costero Camille Goemans y René Magritte, con sus respectivas parejas, y
Luis Buñuel. ¿Cómo iba a imaginar Éluard que aquel joven artista al cual había
conocido en abril de ese mismo año en París con motivo de la presentación de Un chien andalou, iba a arrebatarle a
Gala, diez años mayor que Salvador, que por aquel entonces acababa de cumplir
los veinticinco años? Gala y él se divorciaron en 1932.
Retrato de Paul Éluard (1929)
Elena Ivánovna Diákonova,
verdadero nombre de Gala, aceptó la mano de Salvador Dalí en el santuario de
Els Àngles (Girona), en una ceremonia civil celebrada en 1934. El padre del
artista no estuvo de acuerdo en ningún momento con la relación de su hijo con
una mujer mayor y divorciada, lo que no hizo más que aumentar la tensión que
ya existía entre ambos. Desde que Gala entró en la vida de Dalí, la popularidad
del pintor no hizo más que crecer; le atribuyó a su esposa el mérito de todos
sus éxitos venideros. “Ella hizo mi éxito mundial y al mismo tiempo es mi
inspiración”, confesó al periodista Solar Serrano en una entrevista en TVE de 1977. Como dijo el propio genio en reiteradas ocasiones, sin Gala no hubiese
sido quien fue. Salvador en aquel momento no tenía amigos, lo que
justificaba alegando que “toda mi pasión está en el amor que tengo por Gala y
no tengo sitio para más. Gala sustituye todas las pasiones”. Tal fue su
vinculación artística y emocional a ella, que a partir de 1950 Dalí decidió
incluirla en su firma: “Firmando mis obras como Gala-Dalí no hago más que dar
nombre a una verdad existencial, porque no existiría sin mi gemela Gala”.
Anna María y Salvador Dalí en Cadaqués (1925)
Desde que entró en su vida, Gala
ejerció para él de musa y de modelo en gran parte de sus obras, papel que
anteriormente había ocupado su hermana Anna María. Dalí pintó a su Gala
infinidad de veces en cuadros de muy diversas temáticas. Así pues, la podemos
ver representada en obras como Mi mujer desnuda mirando su propio cuerpo transformarse en
escalones, tres vértebras de una columna, cielo y arquitectura (1945), Leda atómica (1949), La Madonna de Port
Lligat (1950), Assumpta CorpusculariaLapislazulina (1952) o en Dalí de
espaldas pintando a Gala de espaldas eternizada por seis córneas virtuales provisionalmente reflejadas en seis verdaderos
espejos (1972-73), uno de los cuadros más conmovedores e íntimos de
la producción del artista.
Dalí de espaldas pintando a Gala de espaldas eternizada por seis córneas virtuales provisionalmente reflejadas en seis verdaderos espejos (1972-73)
El 8 de agosto de 1958 Gala y
Dalí, Dalí y Gala, vuelven a casarse en el santuario
de Els Àngles, en Sant Martí Vell, para hacer público su amor de nuevo después
de obtener un permiso especial del Papa Pío XII. Dalí declaró años más tarde en
televisión que se había vuelto a casar con Gala en un momento en el que todos
se divorciaban, para reafirmar el profundo y sincero amor que se profesaban.
Gala conoció todos los secretos de los surrealistas y fue musa de grandes representantes de esta corriente artística como Louis Aragon, Marx Ernst o André Breton. Fue la gran inspiradora del movimiento. Según Estrella de Diego, biógrafa de Gala, ella “encontró en Dalí no al hombre de su vida, sino su gran invención surrealista”. No son desconocidas las numerosas infidelidades de Gala, que sedujo –según los rumores- a surrealistas como Giorgio De Chirico o Max Ernst. Pese a los cuantiosos amantes que tuvo, permaneció junto a Salvador Dalí más de cincuenta años, quien parecía no darle importancia -e incluso alentaba- las relaciones extramatrimoniales de su esposa. Dalí hasta llegó a regalarle en 1969 el castillo de Púbol, que decoró para ella, y al cual no podía acceder sin su permiso previo por escrito. En este castillo pasó Gala muchas temporadas, en las que aprovechaba para descansar, escribir y reunirse con sus amantes. En un diario íntimo encontrado en el castillo en 2005, Gala escribió: “Me importa poco si Dalí me ama o no. Personalmente yo no amo a nadie”.
Gala conoció todos los secretos de los surrealistas y fue musa de grandes representantes de esta corriente artística como Louis Aragon, Marx Ernst o André Breton. Fue la gran inspiradora del movimiento. Según Estrella de Diego, biógrafa de Gala, ella “encontró en Dalí no al hombre de su vida, sino su gran invención surrealista”. No son desconocidas las numerosas infidelidades de Gala, que sedujo –según los rumores- a surrealistas como Giorgio De Chirico o Max Ernst. Pese a los cuantiosos amantes que tuvo, permaneció junto a Salvador Dalí más de cincuenta años, quien parecía no darle importancia -e incluso alentaba- las relaciones extramatrimoniales de su esposa. Dalí hasta llegó a regalarle en 1969 el castillo de Púbol, que decoró para ella, y al cual no podía acceder sin su permiso previo por escrito. En este castillo pasó Gala muchas temporadas, en las que aprovechaba para descansar, escribir y reunirse con sus amantes. En un diario íntimo encontrado en el castillo en 2005, Gala escribió: “Me importa poco si Dalí me ama o no. Personalmente yo no amo a nadie”.
Man Ray: Salvador Dalí y Gala (1936)
Independientemente de si su amor
por Dalí fue verdadero o no, lo que es innegable es que Gala fue fundamental en
la vida del artista de Figueres, que no sólo la incluyó en sus escritos y pinturas,
sino en todos los ámbitos de su vida. Manejaba el dinero y la vida de Dalí y le
salvó de la locura y la muerte, tal y como aseguró él en más de una vez. Ambos
fueron indivisibles, dos personas que se complementaban y cuya realidad no
tenía sentido sin la presencia del otro. Como declaró Montserrat Aguer,
directora del Centre d’Estudis Dalinians Fundació Gala-Salvador Dalí, en
Público, “en el fondo, no sabes dónde acaba Gala y empieza Dalí”.
Leda atómica (1949)
Siempre se ha dicho, y así ha
pasado a la historia, que Salvador Dalí fue el pintor más grande del
surrealismo, algo que él mismo afirmaba y proclamaba. Pero, ¿qué es el surrealismo? Según el Primer Manifiesto Surrealista de 1924, el surrealismo es
un “automatismo psíquico puro mediante el cual nos proponemos expresar
verbalmente, por escrito o de cualquier otra manera el funcionamiento real del
pensamiento”. ¿Era Dalí surrealista? Sí, si le damos a la palabra surrealista el significado que ha adquirido con el paso de los años. Un movimiento cuya
tarea esencial era la de “recuperación, exploración y expresión de los
materiales inconscientes”, tal y como explica José Ignacio Velázquez,
Catedrático de Filología Francesa en la UNED. Un movimiento artístico y
literario ligado al subconsciente, en ruptura con la lógica, que busca la
liberación del inconsciente y la interpretación de los sueños y patologías
mentales en relación con las teorías de Freud, a quien Dalí llegó a conocer personalmente y calificó como su padre. Tan extraordinario e incomprensible era Salvador que sus propios compañeros artistas lo echaron del movimiento cultural en 1939. Entonces Dalí, enfadado, respondió con una frase inolvidable: "¡No podéis expulsarme porque el surrealismo soy yo!"
Dalí empleaba en sus obras sobre
todo representaciones oníricas. Como relataba el pintor: “yo trabajo
constantemente en el momento de dormir; mis mejores ideas vienen de mis sueños
y la actividad más ‘daliniana’ se produce mientras duermo”. Esto no gustaba en
el círculo surrealista, donde provocó la desaprobación de André Breton, el fundador
y principal exponente del movimiento. Refiriéndose a las imágenes que Dalí
obtenía de sus sueños, dijo que las utilizaba "abusando de ellas y poniendo en peligro la credibilidad del surrealismo". Dalí, ignorando los comentarios de Breton, siguió manteniendo el lienzo junto a su cama, para plasmar sus sueños cuando despertara.
La persistencia de la memoria (1931)
Existen sesudos ensayos dedicados a este método. Nosotros, más modestos, renunciamos a encontrar un sentido unívoco a las imágenes dalinianas, pues su propio creador, en La conquista de la irracional, escribió: “¿cómo queréis que las comprendan [el público, los críticos…] cuando yo mismo, que soy quien las 'hago', tampoco las entiendo?"
Aparición de rostro y un frutero sobre la playa (1938)
El genio nunca trabajaba de pie. Para los cuadros más grandes, recuerda el carpintero de Cadaqués Johan Vehí, “le tuvimos que construir una especie de caballete móvil, una estructura metálica con un motor entre dos pisos de la casa para que pintara sentado cuadros grandes”. Vehí evoca a Dalí con cariño: “Con nosotros era muy sencillo. No era tan excéntrico”. Sin embargo, si veía a un periodista, se transformaba en su personaje; el veterano carpintero cuenta en una entrevista de Víctor Rodríguez cómo en una ocasión “fue a cambiarse de ropa y a coger el bastón y a hacer esas cosas, pero era porque le interesaba para la propaganda”.
Una de las grandes obsesiones del pintor fue el sexo. Plasmado de manera más o menos sutil en infinidad de sus obras, se percibe la preocupación de Dalí por temas fálicos y de carácter notablemente sexual o erótico en cuadros como La miel es más dulce que la sangre (1926), El gran masturbador (1929), Durmiente caballo león invisible (1930), La torre roja (1930), Guillermo Tell y Gradiva (1931) o Joven virgen
autosodomizada por los cuernos de su propia castidad (1954). Fue una
constante en su vida, una utopía sexual si se tiene en cuenta que se le
consideraba impotente y que no mantenía relaciones íntimas con Gala por
considerarla “una diosa”. A la periodista Paloma Chamorro le reveló que su primer encuentro sexual había sido con ella, aquel 1929 en
Cadaqués.
El gran masturbador (1929)
Dalí también tuvo un papel
transcendental en el cine. Junto a su amigo Luis Buñuel escribió en Cadaqués,
en menos de una semana, el guión de la que sería la película más representativa
del cine surrealista: Un chien andalou.
Según explicó el propio Buñuel, no aceptaron ninguna idea ni imagen que pudiera dar
lugar a una explicación racional, psicológica o cultural. “Un chien andalou nació de la convergencia de uno de mis sueños con
un sueño de Dalí”. Este cortometraje mudo de poco más de 15 minutos se estrenó
el 6 de junio de 1929 en el cine Studio des Ursulines de París. Fue un film
“antivanguardista”, una obra única y de culto. También se iba a llamar El marista en la ballesta o Es peligroso asomarse al interior,
títulos que fueron eclipsados tras decantarse Buñuel por Un chien andalou. Dijo que quería un título que no quisiese decir
nada y “un perro andaluz”, para él, no quería decir nada. ¿Era una referencia a
Lorca? ¿Una referencia a aquel poeta que tantas horas había pasado junto a Dalí
y que Buñuel despreciaba tanto? El cineasta turolense siempre lo negó.
La película marcaría para siempre
las trayectorias profesionales de ambos artistas. Tanto fue así que, como dice
Fernando Martín Martín en “Un chien andalou: El subconsciente filmado y su incidencia plástica en la obra de
Salvador Dalí", para el pintor, “constituye una de las fuentes iconográficas
más importantes para conocer la obra realizada en la década de los 30, sin duda
la de mayor trascendencia”.
Buñuel y Dalí (1933)
De nuevo en Cadaqués, en 1929,
Buñuel y Dalí se reúnen para la realización de L’âge d’or, su segundo film. Sin embargo, la compenetración que
habían alcanzado anteriormente había desaparecido. En esta ocasión no
consiguieron ponerse de acuerdo, por lo que Buñuel, decepcionado, regresa a
París. El guión final lo acaba escribiendo él solo, salvo por algunas
propuestas que decide incluir de Dalí. El film se estrenó en el Studio 28 de
París, en 1930, y causó todavía más escándalo que Un chien andalou.
El rostro de la guerra (1940)
Dalí, aunque ya era
medianamente conocido en EEUU y la prensa le esperaba a su llegada, se dedicó durante su estancia a modelar un personaje
que fascinaría a los yanquis. Comenzando por su escandalosa, y no sabemos hasta
qué punto cierta, autobiografía titulada Vida
secreta de Salvador Dalí (publicada en 1942 tras un arduo esfuerzo de edición por corregir todas sus faltas de ortografía y vaguedades de expresión) y terminando por aparecer en programas de
humor, pasando por editar un periódico a mayor gloria de su persona, el Dalí News .
Dalí News
Además de diseñar
decoraciones, corbatas, marcas de productos, ropa… era un mago del marketing y
la publicidad, antes incluso de que esta ciencia existiera como tal. Su
extravagancia era un reclamo espectacular que en una ocasión le causó un
disgusto. Dalí se había encargado de ornamentar el escaparate de los almacenes Bonwit-Teller.
Su pieza, dedicada al día y a la noche, constaba de un maniquí con peluca roja
y boa de plumas verdes dentro de una bañera forrada y una efigie acostada en una cama con carbones ardiendo
encima de la almohada. El establecimiento, sin pedir permiso ni consultar a
nuestro artista, se atrevió a cambiar la decoración. Ni corto ni perezoso Dalí
–no sin antes esperar a que hubiese una concentración de gente– arrojó la bañera
contra el vidrio del escaparate. Inmediatamente fue detenido y lo condenaron a
pagar los destrozos. No obstante el juez lo absolvió de otros posibles delitos
por considerar que estaba defendiendo la integridad de su creación artística,
apunta el portal jurídico Legal Today.
La popularidad del genio lo llevó de nuevo por los senderos del séptimo arte. Alfred Hitchcock encargó a Salvador Dalí los decorados que aparecerían en la escena onírica de Spellbound, donde el director británico pretendía tratar el estudio del psicoanálisis. La película –que es conocida en España como Recuerda- rindió homenaje al “ojo cortado” que incluyó Buñuel en Un chien andalou, cuando en uno de los sueños del protagonista, unas tijeras gigantes cortan un ojo pintado en una cortina. Este hecho parece que no le sentó muy bien a Buñuel, que como cuenta Manuel Hidalgo en El banquete de los genios, “Era a veces irascible y rencoroso. Puede que aún le cabreara que Hitchcock contratara a Dalí para los decorados oníricos de Recuerda (1945). Quizás seguía picado con Hitchcock”. En el thriller, Dalí diseñó y pintó durante casi un mes los decorados de varias escenas de sueños que representarían el subconsciente del protagonista. Sin embargo, la secuencia que el artista de Figueres había ideado en un principio tuvo que ser reducida de veinte minutos a tan solo dos, ya que resultaba demasiado larga y compleja. La película recibió seis nominaciones a los Óscar y ganó el de mejor banda sonora.
La popularidad del genio lo llevó de nuevo por los senderos del séptimo arte. Alfred Hitchcock encargó a Salvador Dalí los decorados que aparecerían en la escena onírica de Spellbound, donde el director británico pretendía tratar el estudio del psicoanálisis. La película –que es conocida en España como Recuerda- rindió homenaje al “ojo cortado” que incluyó Buñuel en Un chien andalou, cuando en uno de los sueños del protagonista, unas tijeras gigantes cortan un ojo pintado en una cortina. Este hecho parece que no le sentó muy bien a Buñuel, que como cuenta Manuel Hidalgo en El banquete de los genios, “Era a veces irascible y rencoroso. Puede que aún le cabreara que Hitchcock contratara a Dalí para los decorados oníricos de Recuerda (1945). Quizás seguía picado con Hitchcock”. En el thriller, Dalí diseñó y pintó durante casi un mes los decorados de varias escenas de sueños que representarían el subconsciente del protagonista. Sin embargo, la secuencia que el artista de Figueres había ideado en un principio tuvo que ser reducida de veinte minutos a tan solo dos, ya que resultaba demasiado larga y compleja. La película recibió seis nominaciones a los Óscar y ganó el de mejor banda sonora.
Walt Disney también fue un gran
admirador de la obra daliniana, hasta tal punto que se embarcó en un proyecto
cinematográfico con el pintor. Destino
iba a ser su nombre. Corría el año 1946 cuando Dalí firmó un contrato de trabajo
de dos meses para trabajar en los Disney Studios de California. El artista
estuvo realmente emocionado por colaborar con uno de los estudios más
importantes de Hollywood, por lo que se implicó a fondo en su labor. Sin
embargo, los problemas financieros por los que estaba pasando la compañía en
aquellos años de postguerra obligaron a cancelar el proyecto. Este fue
resucitado en 2003, en la 40º edición del Festival Internacional de Cine de
Animación de Annecy, el más importante en su género. La
película salió a la luz gracias al empeño de Roy Edward Disney, sobrino de Walt
Disney, que recuperó las primeras ideas y bocetos que se habían elaborado para
el film. La forma en que Disney dio vida a los dibujos de Dalí, y el carácter
daliniano que el pintor otorgó a los carismáticos personajes de Disney,
hicieron de Destino una pequeña joya
de 7 minutos que fue candidata a los Premios de la Academia.
Fotograma de Destino (2003)
Salvador Dalí también colaboró en
otras películas, como Jirafas en ensalada
de lomos de caballo, película de los Hermanos Marx para la cual escribió el
guión y dibujó unos cuantos bocetos en 1932, aunque esta no se llegó a
realizar. Ese mismo año también elaboró el guión de Babaouo, cinta anterior a Jirafas
en ensalada de lomos de caballo que, sin embargo, sí se llegó a rodar en
1997.
El pintor de Figueras fue
invitado por Fritz Lang a participar en Moontide,
un film de 1942 para el que ideó varios diseños. No obstante, al final estos
no fueron utilizados debido al cambio de director que provocó el ataque a Pearl
Harbor.
Dalí también participó en los
diseños de vestuario y escenografía de numerosas obras teatrales como Mariana Pineda de Lorca, Les Porces de l’amor i de la magia de A.
Gual, Tristán el loco, Rosalinda de W. Shakespeare o una peculiar representación de Don Juan Tenorio.
Cartel de Don Juan Tenorio (1949)
A pesar de que volvió a
vivir en España de forma permanente en 1948, el artista catalán continuó
frecuentando el otro lado del océano siempre y apareciendo en la televisión
estadounidense para exhibirse, ya fuera imitando a la Mona Lisa o presentando su libro Diario de un genio.
En una entrevista con Mike Wallace lo mismo hablaba de los logaritmos de la
espiral de una coliflor que del poder de la castidad o de su ilusión por ser a
la vez payaso y pintor.
A principios de los años 50 comienza
la etapa mística de Dalí. “Se acabó. Se
acabó el negar, el ir hacia atrás. Se acabaron el malestar surrealista y el
mareo existencialista. La mística está en la cumbre misma de la Alegría, la
Gaya Ciencia. El misticismo es la afirmación rotunda y categórica del individuo
ultraindividual y la eclosión de todas las tendencias del hombre, las erógenas
y las heterógen(e)as, reunidas todas, gozadas y sublimadas en la unidad
absoluta del éxtasis”. Así se expresaba Salvador en su Manifiesto Místico, un documento donde el artista trató los temas religiosos y los avances
científicos de la época, interesándose especialmente por el desarrollo nuclear
y la bomba atómica. Algunas obras de este periodo, clasificadas como de
“misticismo nuclear” son Crucifixión
(Corpus Hypercubus) (1954), La gare
de Perpignan (1965) o El torero
alucinógeno (1968-70). “Yo deseo que
mi próximo Cristo sea el cuadro más bello y alegre de todo cuanto se pintara
hasta ahora. Mi Cristo será en todos sus aspectos lo más radicalmente contrario
del Cristo materialista, salvaje y antimístico de Grünewald”, aseveraba el genio de Figueres. Dalí
consiguió uno de sus grandes sueños con Crucifixión,
cuadro en el que consigue fusionar arte, ciencia y religión, adelantándose a la
futura representación matemática de Thomas Banchoff, matemático de la
Universidad de Brown, quien se reuniría con él en Nueva York años después. Sobre
su obra dijo él mismo: “Pinté una cruz hipercúbica en la que el cuerpo de Cristo se
convierte metafísicamente en el noveno cubo, siguiendo los preceptos del
discurso sobre la forma cúbica de Juan Herrera, constructor de El Escorial,
inspirado en Ramón Llull”. Su aproximación con el catolicismo se fue haciendo
más latente a lo largo de estos años de posguerra, en los que destacó su virtuosismo técnico y la utilización de ilusiones ópticas.
Crucifixión (1954)
Como ciudadano, Dalí se
consideraba apolítico y monárquico “pero no políticamente, metafísicamente”.
Jamás militó en partido alguno, aunque el politólogo Vicenç Navarro afirma que
era un franquista acérrimo y admirador del dictador. Por el contrario, el
historiador Fernando Díaz–Plaja opinaba que solamente fingía para llamar la
atención. En su vejez el rey Juan Carlos
fue a visitarlo y en 1982 le concedió el Marquesado de Dalí de Púbol, que nadie
heredó por expreso deseo del pintor.
Inmune a la crítica,
censuraba a sus admiradores, pero no a los antidalinianos, porque “de esos hay
más inteligentes”, reconoció a Paloma Chamorro.
A la periodista le confesó que no había aportado al arte “absolutamente nada.
Soy demasiado inteligente para ser buen pintor”. Luego, en un arranque de su
particular humildad, el pintor incluso llegó a asegurar que él no era tan
bueno, sino que “los demás son muy malos”.
La década de los 80 fue
una cuesta abajo sin frenos para nuestro artista. Aquejado de párkinson, se
retiró al castillo de Púbol. Allí recibió los cuidados de amigos y admiradores,
pero también algún que otro buitre a la caza de su fortuna (sin éxito, ya que
Dalí se lo dejó todo al Estado español). La muerte de Gala en 1982 fue el golpe de gracia; ya sólo le restaría una larga decadencia .
Su musa, su amante, su otra mitad ya no estaba, y apenas pudo pintar un último
cuadro al año siguiente.
Cola de golondrina (1983)
La muerte le llegó a Dalí en Figueres a los 84 años; según su biógrafa Meredith Etherington-Smith, escuchando
su disco favorito, Tristán e Isolda
de Wagner. En un principio estaba previsto que su cuerpo reposase junto al de
Gala en el Castillo de Púbol, pero actualmente los restos de Salvador descansan
en el Museo Teatro Dalí de Figueres, que él mismo supervisó y cuya cúpula geodésica denominó “el objeto surrealista más grande del mundo”.
Es indudable la
influencia que se respira aún de Dalí en el mundo del arte y también en el del
espectáculo. Puede haber imitadores como Damien Hirsch,
el pintor ruso Vladimir Kush o incluso la provocadora lady Gaga,
pero nunca habrá otro como él. “Dalí como artista era un fuera de serie, está
incluso por descubrir y su influencia en la pintura contemporánea es inmensa.
Sabía mucho de ciencias y de óptica”, aseveró en una entrevista su amigo el
escultor Xavier Corberó.
Los españoles siguen
hoy en día disfrutando de Dalí: la retrospectiva que ofreció el Museo Reina
Sofía el pasado verano congregó a más de 700.000 visitantes, batiendo todos los récords. Sus
diseños continúan vigentes: perfumes, joyas y el logo de Chupa Chups.
El gran surrealista ya lo profetizó: “Si muero, no moriré del todo”.
El gran surrealista ya lo profetizó: “Si muero, no moriré del todo”.
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